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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 79

Las oficinas de Zenith Dynamics eran un hervidero de actividad. El proyecto conjunto con Axon AI estaba en una fase crítica, y las reuniones entre ambos equipos se habían vuelto una constante.

Camila y David Romero salieron del ascensor y se dirigieron a la sala de juntas principal.

Al pasar por una de las áreas de trabajo de cristal, vieron a un grupo de personas reunidas. En el centro, Valeria Campos platicaba animadamente con David, explicándole algo en una pantalla.

Junto a ellos, observando la escena, estaban Rodrigo Ibáñez y su amigo inseparable, Pablo Osorio.

—Tenemos que darnos prisa, la videoconferencia con el equipo de Múnich empieza en cinco minutos —dijo Camila, mirando su reloj.

Asintió y caminó directamente hacia el grupo.

—David, lamento interrumpir, pero es urgente —dijo, su tono era profesional y directo.

David se giró al instante.

—Tienes razón, se me había olvidado. Señorita Campos, si nos disculpa.

Valeria forzó una sonrisa.

—Por supuesto. El trabajo es lo primero.

Camila, sin dirigirle una sola mirada a Valeria, tomó a David del brazo y lo guio rápidamente hacia la sala de juntas.

Rodrigo Ibáñez observó la escena con una mueca de desdén.

—¿Viste eso? —le dijo a Pablo en voz baja—. Qué patética.

Pablo frunció el ceño, confundido.

—¿Qué cosa? Solo fue a buscar a su socio para una reunión.

—Bueno —dijo Valeria, bajando la voz como si compartiera un secreto doloroso—, no es algo que se sepa públicamente, pero... la señora Elizalde en realidad solo tiene una licenciatura. Dejó sus estudios para casarse con Alejandro.

Rodrigo y Pablo intercambiaron una mirada de asombro.

—¿Estás bromeando? —dijo Rodrigo—. ¿Y dirige el proyecto Quasar?

—David es muy leal. Y supongo que el apellido Alcázar todavía abre muchas puertas —respondió Valeria, encogiéndose de hombros con delicadeza—. Solo espero que su falta de preparación no termine afectando a un proyecto tan importante.

La revelación solidificó el desprecio de Rodrigo. Ahora todo encajaba. La mujer no era una genio. Era una farsante que usaba los celos y el apellido de su exmarido para mantener su puesto.

—No te preocupes, Valeria —dijo Rodrigo, su voz era un gruñido bajo—. Hay gente que tarde o temprano queda expuesta por lo que es. Y yo me aseguraré de que todo el mundo vea su verdadera cara.

Ella le sonrió, una gratitud calculada brillando en sus ojos.

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