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La Genio Anónima: Mi Esposo Firmó el Divorcio Sin Saber Quién Soy romance Capítulo 8

El olor a café recién hecho llenaba el pequeño apartamento de Carla.

Camila le había dado una pastilla para la resaca y ahora su amiga la miraba desde el sofá con los ojos entrecerrados, tratando de enfocar.

—Anoche estabas rara. Más de lo normal —dijo Carla, con la voz todavía ronca—. ¿Qué pasó en ese restaurante?

Camila se sentó en el sillón de enfrente, con una taza humeante entre las manos.

—Vi a Alejandro. Con Valeria. Y con Isa.

Carla se incorporó, la resaca olvidada.

—Ese infeliz…

—Le estaban celebrando su cumpleaños. Parecían… una familia.

La calma en la voz de Camila era más alarmante que cualquier grito o llanto.

—Cami, tienes que dejarlo. Tienes que salir de ahí.

Camila la miró fijamente.

—Ya lo hice, Carla. Le pedí el divorcio.

Carla se quedó con la boca abierta. El shock en su rostro era total.

—¿Qué? ¿Cuándo? ¿Por qué no me dijiste nada?

—Fue el día de mi cumpleaños. En la Ciudad de México. Dejé el acuerdo de divorcio firmado en la casa y me fui.

—¡Por Dios, Camila! —Carla se levantó y la abrazó con fuerza—. ¡Estoy tan orgullosa de ti! ¡Ya era hora!

El apoyo incondicional de su amiga fue como un bálsamo.

—No ha sido fácil.

—Claro que no. Pero eres la mujer más fuerte que conozco. Vas a estar bien. Y yo estoy aquí para lo que necesites. Para celebrar, para llorar o para ayudar a esconder un cuerpo.

Camila rio, una risa genuina.

Durante siete años, ella habría aceptado sin dudar. Habría cancelado sus planes, se habría quedado hasta la madrugada, todo por complacerlo.

Camila miró las carpetas. Luego miró a Carlos con una calma glacial.

—Mi horario de trabajo termina a las seis, señor Fuentes.

El asistente parpadeó, desconcertado.

—Pero… el señor Alcázar dijo que era urgente.

—Entonces quizás el señor Alcázar debería haberlo pedido con más antelación —respondió Camila, poniéndose el bolso al hombro—. O contratar a un traductor profesional.

Se dirigió hacia la puerta, pasando junto a un Carlos Fuentes completamente atónito.

—Que tengan una buena noche.

Salió de la oficina sin mirar atrás, sus tacones resonando con confianza en el pasillo silencioso.

Dejó la puerta abierta a su espalda.

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