VALERIA
Los soldados vampiros eran agredidos, garras oscuras salían a traición de la nada, por muy buena visión que tuvieran era casi imposible predecirlas, los gritos se acumularon y el olor a sangre.
— ¡Maldici0n, Valeria corre, corre hacia la salida de esta mierd4 o empujaré a los pulgosos de tus amigos al primer espectro que vea! – me rugió el Rey Vampiro y eso mismo hice, comencé a correr como una desquiciada.
Mi vestido revoloteaba, la oscuridad se arremolinaba a mi alrededor, nos perseguían, ojos rojos por todos lados, chillidos y miedo.
En medio de tanto negro, vi una brillante luz, como la rendija de una puerta gigante entreabierta, y del otro lado, debería estar la salvación.
Hasta mis tobillos eran agarrados, los tacones de los botines se hundían en una sustancia pegajosa y mis brazos sostenidos por afiladas garras.
Tuve que luchar varias veces, no creo que por ser una Selenia estuviese completamente a salvo.
— ¡Ya estamos aquí, corran chicos, corran! – les grité a mis amigos que me seguían los pasos.
Estiré la mano a menos de un metro de la cegadora luz, iba a empujar con todo esa maldit4 salida, sin embargo, el suelo se resquebrajó bajo mis pies y me vi siendo engullida por las negras y congeladas aguas del lago.
Algo me arrastraba a las profundidades, luchaba pateando, mis ojos solo mirando obsesivos a la luz que brillaba en la superficie, tan cerca pero tan lejos.
Estiré mi mano, las burbujas escapaban de mi boca, me estaba ahogando y también los que habíamos llegado hasta aquí.
¿Acaso no era la elegida? Todo eso de las Selenias, ¿era tan solo un engaño?
Apreté el colgante en mi pecho, me negaba a morir, no podía, no podía, tenía que proteger a mi cachorra, tenía que decírselo a Aldric, que tendríamos un bebé, que éramos su familia.
Mis ojos comenzaron a cerrarse, mis pulmones a doler en agonía y mi corazón a detenerse.
«Humildad, empatía, gentileza, perseverancia y una alma piadosa.
No te he dado el poder de tocar las alturas, solo para llegar hasta mí, pisando sobre la cabeza de tus hermanos.
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