VALERIA
Mi corazón estaba en un hilo, conmocionada, sin embargo, no me podía quedar sentada a ver como Aldric luchaba a muerte con el Rey Vampiro, debía reaccionar, yo también tengo mi propio poder.
Me levanté del suelo, el lujo de desmayarme era algo impensable, tenía que salvar a mis amigos, teníamos que salir todos de aquí.
“Soy fuerte, soy fuerte, soy fuerte”
Me repetía en mi mente una y otra vez, mientras me incorporaba y me abalanzaba sobre los vampiros que ya luchaban contra Quinn y Celine.
Ellos estaban con sus poderes restringidos por esos horribles collares y luchar contra tantos vampiros de primera élite no era algo sencillo.
Con la máxima velocidad que pude reunir fui a por la cabeza del primero, mis uñas salieron afiladas y mortales y un siseo asesino se escapó de entre mis labios.
— ¡Aaww maldici0n, cuidado con la Selenia! – le gritó a los otros, apenas esquivando mis garras que le destrozaron el pecho por donde la sangre comenzó a brotar.
El olor de la matanza, activando mis sentidos violentos, no podría contra el Rey Vampiro, no como estaba ahora, pero sí podía acabar con sus secuaces.
— ¡Aahh! – escuché el alarido de Celine mientras me movía entre ellos como una sombra, rápida y certera.
Tres de ellos me intentaban capturar como a una bestia.
Mis ojos rojos se fijaron entonces en Celine, que cayó de rodillas, agarrándose con fuerzas el collar con las manos y una expresión de agonía en el rostro.
Era ese maldito hechizo.
Esquivando sus ataques, aleteando y bajando mis punzones en medio de sus rugidos de odio, miré hacia la pelea del Rey Vampiro con Aldric.
Se estaban arrancando literal los pedazos, no creía que el Rey Vampiro tuviese tiempo para activar el hechizo en mis amigos, Aldric no le estaba dando tregua.
Entonces, ¿quién era?
— ¡Celine! – Quinn rugió corriendo hacia su hermana, pero también cayó en el suelo, agonizando, llevándose las manos al cuello como si no pudiese respirar.
— ¡¿Quién es de ustedes, cabrones?!, ¡¿QUIÉN?! – les grité enfurecida en esta forma de Selenia, que ni siquiera sabía que podía hablar.
Mi voz de ultratumba rara y desconocida salió de mi pecho, haciéndolos estremecerse.
La sangre salpicaba a mi paso, clavando mis garras en su carne, haciéndolos trizas, llena de rabia.
Desaparecía de un sitio y aparecía en la espalda de otro, arrancando gargantas y cabezas, hasta que los tres vampiros que me impedían el paso cayeron muertos a mis pies.
Sin embargo, me quedaban dos más, no podía encontrar a esas ratas, miraba a todos lados, frenética.
— ¡Búsquenlos, búsquenlos y encuéntrenlos para mí!, ¡¡AHORA!! – grité subiendo mis brazos e invocando mi magia, lo que fuese necesario, la impotencia de perder a mis seres queridos hacía explotar todo mi potencial.
Una onda de energía mágica salió de mi cuerpo creando un fuerte viento.
Niebla oscura con cuervos aleteando en su interior como una bandada de la muerte se liberaron del colgante y comenzaron a volar por el aire.
Cazadores en busca de su presa.
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