VALERIA
Mi cuerpo estaba exhausto, no solo física, sino mentalmente.
Desde que fui engañada para luchar contra Aldric en aquel acantilado, hasta el momento en que todo a mi alrededor se desmoronó, estuve tensa y estresada, sobre pensando mis opciones, con miedo del futuro, sin saber cómo sobrevivir en el presente.
No sé dónde estoy, ni que ha sucedido.
Mi mente confundida se vuelve a conectar con la realidad, pero algo recuerdo enseguida, estoy embarazada.
Asustada, muevo mis sentidos, reviso mi vientre donde la saludable vida de mi cachorra se mantiene y se desarrolla.
Doy un suspiro de alivio, eso era lo más importante y entonces me enfoco en la persona que me acompaña.
Alguien respira a mi espalda, un cuerpo cálido y mucho más grande que el mío.
Estoy acostada y parpadeo intentando enfocar los muebles extraños de la instancia.
La mano que rodea mi cintura me aprieta con suavidad, posesivamente, pegándome más al amplio pecho, fundiéndome con el poderoso cuerpo.
“Vale, ¿estás despierta?”, la voz masculina ronca y tan conocida se vierte en mi mente.
El hombre a mi espalda se tensa y siento como se incorpora e intenta voltearme bocarriba.
Hago lo que él desea y me muevo de posición sobre la cama en la que descansamos, su hermoso rostro con ojos grises preocupados me mira intensamente.
— Pequeña, respóndeme, ¿te duele algo?, ¿te sientes incómoda en el vientre? Mejor busco a la hechicera…
— No, estoy bien, Aldric, estoy bien y la bebé también – lo detengo cuando hace por incorporarse, está de lado, casi acostado sobre mí.
Levanto la mano y tomo uno de sus mechones rojizos entre mis dedos que van luego a acariciar su barba, está algo demacrado, el ceño fruncido lleno de preocupación.
Sus ojos se cierran e inclina la mejilla cuando le acaricio la cara.
Este es mi hombre, no sé cómo pude imaginar que podría vivir sin él a mi lado.
— Vas a volverte un viejo arrugado si sigues así – paso los dedos por su entrecejo y baja su frente para unirla con la mía, suspirando, descendiendo su ancha mano para acariciar mi vientre con dulzura.
Todos sus sentimientos de amor, las promesas para nosotros, se vierten a través del lazo más fortalecido que nos une.
— He tenido tanto miedo nena, desde que me di cuenta en ese acantilado lo que equivocado que estaba contigo, no ha pasado un segundo en que no tema – confiesa contra mis labios e incluso me asombro de que un hombre tan orgulloso como él hable así.
— Temía por tu vida, temía tu rechazo, perderte para siempre por ser un necio - abrió los ojos atormentados, acostándose con cuidado sobre mi cuerpo.
Me encanta la sensación de tenerlo dominando todo mi espacio, piel con piel de pies a cabeza.
Toma mis dos mejillas para hacerme mirarlo a través de los suaves rayos de sol que entraban por las rendijas del ventanal.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Rey Lycan y su Oscura Tentación