QUINN
— Gracias por la lección, ya me la aprendí de memoria – gruño de repente en su oído mordiéndole el lóbulo con fuerza hasta sentir el punto de sangre cayendo sobre mis papilas.
Mi hembra tiembla de pies a cabeza, sé muy bien que a su parte de vampira le encantan las mordidas.
Tomo el control después de dejarla jugar un rato, bajo mi mano y mis dedos van directo a su vulva más que preparada y chorreando puro deseo.
— Aahhhh – gime como una hermosa cortesana arqueando la espalda cuando la penetro de golpe con tres dedos, directamente comienzo a masturbarla adentro y afuera, sin mucha resistencia de su dilatada y mojada vagina.
Me la imagino acostada sobre la cama con las piernas abiertas, recibiendo mi falo dentro de esta cosita cachonda, apretándome y sacándome hasta la vida y mis deseos vuelan por las nubes.
— Sshhh ggrr nena, ¿quién te dijo que podías parar de meneármela? – le gruño agarrando su mano y apretándosela sobre mi verga, haciéndola que siga con su masturbación.
¿No quería enseñarme, pues que haga de maestra hasta el final?
— Dime dónde te gusta… Sshh dime Gabrielle, aquí… o aquí… — apuñalo sin piedad su interior, la exploro y me aprendo de memoria cada sitio que la hace gritar como una experimentada puta, solo para mis oídos, solo para mi disfrute.
Torturo a la vez con el dedo gordo, ese botón sensible que la vuelve loca.
— Ahí… Ssshh ahhh sígueme tocando ahí, más, penétrame más rápido… — alza la pelvis presa de la pasión, su mano acelera sobre mi hombría, apretándome deliciosamente en un límite entre el dolor y el placer.
— Di mi nombre o me detengo… ¡Pídemelo con mi nombre Gabrielle!
— ¡Quinn, por favor no pares… aahh, no pares bebé, no pares mi lycan, por favor… ! – y no me detuve hasta complacerla y complacerme a mí mismo.
Su grito ronco resonó el pequeño baño segundos después, seguido por la contracción de cada músculo vaginal, pidiéndole algo a mis dedos que no podían darle, chupándome para ordeñarme y derritiéndose a mi alrededor.
Ya te daré pronto lo que deseas, vulva cachonda, pero ahora solo puedo derramarlo en el agua, gruñendo como el lobo en celo que soy con ella.
Mis duros testículos se contrajeron expulsando mi abundante semen entre los dedos de mi mujer.
Bajé mi boca y mordí el lateral de su cuello expuesto, en la piel sana, no pude evitar los instintos de Mordred, mi lobo interior, que aullaba excitado llamando a su hembra.
Si Gabrielle tuviese sus poderes como antes, estoy seguro de que lo escucharía.
No pierdo la esperanza de que se va a recuperar, aun así, yo amo a esta hembra a morir, aun en esta situación, la anhelo desde hace demasiados siglos.
Nos quedamos respirando agitados, disfrutando de la liberación tan intensa, de sus labios entreabiertos salían suspiros cortos.
Todo el peso de su cuerpo recargado sobre el mío, casi acostados en la tina media vacía, porque el agua se había escurrido al suelo durante nuestros juegos.
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